jueves, 1 de septiembre de 2011

Pastillas de Colores.

Domingo por la mañana. Yo llevaba ya un rato despierta, pero Cristina seguía durmiendo. No era de extrañar, con la que se pilló anoche… Alguien debía decirle algo a esa chica, pero yo no podía hacer más, había hablado con ella cientos de veces y no escuchaba. De todas formas, era su mejor amiga, no su madre.

Saqué la caja de Ibuprofeno del armario y la dejé en la mesilla, Cristina los necesitaría cuando se levantase. Me vestí y salí de la habitación procurando no hacer ruido. Fui a desayunar a la cafetería. Eran las 9 de la mañana, por lo que estaba prácticamente vacía. Teniendo en cuenta que todo el mundo había ido a la fiesta, lo más probable era que el internado fuese mío hasta las 12.
Cogí un café y un bollo y me senté en mi mesa de siempre, junto a la ventana. 

   - Buenos días, princesa. ¿Me puedo sentar?
   - Ya lo has hecho.
   - Cierto. Bueno, Paula, ¿Qué te pareció la fiesta de anoche?
   - Pues la verdad es que no estuve mucho tiempo, solo fui a acompañar a Cristina…
   - Joder, pues te perdiste la mejor fiesta del año. Alcohol, pastis… Tu amiga Cristina arrasó con todo. - Esa chica no tenía remedio.
   - Ya, bueno… Es… es que a mi ese tipo de cosas no me van.
   - ¿Y entonces qué es lo que te va, Paulita? – Dijo Dani acercándose sugerentemente.
   - Emm… Pues… yo… - Me puse roja como un tomate, lo que provocó que Dani se riese a carcajadas. Debia de parecer imbecil...
   - Oye, ¿Tu no eres de aquí, verdad?
   - No, soy de Zaragoza.
   - Entonces, ¿No conoces Valencia?
   - Bueno, un poco esta zona…
   - Vale, entonces te espero aquí dentro de 10 minutos. – Y diciendo esto se levantó, me dio un beso en la mejilla y se fue.

Me quedé sentada en la mesa, con el café sin empezar y una sonrisa tonta en la cara. Hacía mucho tiempo que me gustaba Dani, aunque sabía que no me convenía…

Bajé corriendo las escaleras, estaba demasiado nerviosa como para esperar al ascensor. Llegué abajo resoplando y con un montón de pelo rubio en la cara, me paré un momento y me lo coloqué con las manos. En cuanto doblé la esquina le vi. Estaba apoyado contra la pared de la cafetería con las manos en los bolsillos, parecía el típico chico malo de las películas, tal vez lo era, pero en esos momentos me daba igual. Dani era uno de los chicos más guapos que había visto en mi vida. Moreno, con el pelo ligeramente ondulado y corto, aunque no demasiado. Los ojos azules oscuros llamaban mucho la atención, sobre todo por la gran cantidad de pestañas que los rodeaban. Tenía una cara perfectamente proporcionada, pero lo que mas me gustaba de ella, a parte de los ojos, era su boca. Tenía cuerpo de modelo, era el chico perfecto.
Me acerqué a él, y en cuanto me vio se le dibujo una preciosa sonrisa en la cara.

   - Bueno, ¿Nos vamos?
   - Pero, ¿A dónde?
   - Es una sorpresa. – Y cogiéndome de la mano me llevó hasta su coche.

Llevábamos ya un rato en el coche y aun no me había dicho a dónde íbamos. La carretera se volvia cada vez mas estrecha y hacia tiempo que dejamos atras la ciudad. A ambos lados de la carretera crecian plantas que apenas dejaban ver las pequeñas casas de campo que habia detras. Continuamos durante unos 10 minutos por ese camino hasta que se empezaron a ver algunas casas y edificios altos al fondo. La verdad es que estaba bastante desconcertada.

   - ¿Dónde estamos?
   - Ya lo veras, de momento vamos a comer, que se ha hecho tarde.
   - ¡No me extraña! Llevamos una hora en el coche...
   - Venga, no exageres.
Entoces Dani paró el coche. Estábamos en un aparcamiento. Nos bajamos, aquello parecía un pueblo... Entramos en un restaurante. El Palmar. Por fuera parecia una cafeteria corriente, pero por dentro era enorme. Estaba lleno, aun asi, a Dani no le fue dificil conseguir una mesa. Solo tuvo que sobornar a la camarera. Nos sentamos en una esquina del restaurante y en seguida llegó alguien a tomar nota.

   - Buenos días, ¿Saben ya lo que van a tomar o les traigo la carta?
Yo iba a pedir la carta, pero Dani se me adelantó.
   - Sí, dos platos de paella Valenciana.
   - ¿Y para beber?
   - Pues yo quiero una cerveza y ella... - Añadio mirándome. Por lo menos esta vez me tenía en cuenta.
   - Una Coca-Cola, por favor.
El camarero apuntó todo lo que habíamos pedido y se alejó.
   - Bueno, Paula, ¿Que te parece?
   - Bien...
Nos quedamos los dos callados. Supuse que mi respuesta no era la mejor que podia haber dado, pero me había llevado a comer a un restaurante de las afueras en vez de enseñarme la ciudad, la verdad es que estaba algo mosqueada.
   - ¿Y qué haces aquí en Valencia?
   - He venido con Cristina a estudiar, sus padres querían meterla en un internado y a mi me dieron una beca aquí, así que nos vinimos juntas.
   - Bueno, para mi que Cristina ha venido a hacer de todo menos estudiar. - Dijo riendose.
   - Ya, bueno, pero ese no es mi problema.
   - Deberías divertirte un poco más, se te ve poco por ahi.
   - Ya, bueno, es que tu concepto de diversion y el mio están un poco alejados...
   - ¡Pero si ni lo has probado!
   - Si que lo he probado, más o menos...
   - ¿Acaso has probado a estar toda una noche de fiesta?, ¿O a beber hasta que no saber quien eres?, ¿O has probado la droga alguna vez?
   - No...
   - ¿Entonces como sabes que no te gusta?
   - No lo se, pero con las cosas que se ven por ahi se te quitan las ganas de probarlo...
   - Venga, una noche, solo te pido eso, y si no te lo pasas bien, no insistire más, ¿De acuerdo?
   - Uff...
   - Mira, dentro de 3 semanas, Gabriel hace una fiesta de halloween, dicen que va a ser la mejor fiesta de la historia, ¿Por qué no vienes conmigo?
   - Es que no se...
   - Venga, ¿Qué puede pasar? Cristina también va a ir...
   - Está bien, iré.

Llegó el camarero con nuestros dos platos de paella, las bebidas y la cesta del pan. Estaba que me moría de hambre. Comimos deprisa, sin hablar demasiado. Yo no tenía muy claro lo de la fiesta, pero, ¿Quién le dice que no a Dani? Además, aun quedaban 3 semanas, no me preocuparia demasiado por el momento.

Cuando acabamos de comer cogimos el coche otra vez, yo seguía sin saber a donde ibamos y él se negaba a decirmelo. Al cabo de unos 10 minutos, aparcó el coche en un lateral de la carretera. Salimos y  nos acercamos a una pequeña caseta en la entrada de un camino, a decir verdad, poco visible.

   - Buenos días, ¿En qué puedo ayudarles?
   - Una para dos.
   - De acuerdo. ¿Para cuanto tiempo?
   - Unas 2 horas.
   - Son 4,60€
Dani pagó el dinero y cogió el ticket que le tendió la mujer de la taquilla.
   - Dani, en serio, ¿Qué vamos a hacer?
   - ¿No conoces la Albufera, no?
   - No...
   - Pues te la voy a enseñar.
Y cogiendome de la mano echo a andar por aquel camino de tierra de al lado de la carretera.
Al final del camino había un pequeño muelle con algunas barquitas de remos atadas a él.
   - ¿Vamos a subir en barca?
   - Solo si tu quieres.
Entonces, yo, con una sonrisa en la cara y tomando por primera vez la iniciativa, tiré de él hacia una de las barcas y con un pequeño salto me meti dentro, seguida, por supuesto, por el chico de mis sueños.
Estuvimos alrededor de hora y media en la barca. Hablamos de un montón de cosas, nos reimos... Yo no podía hacer otra cosa más que mirarle a él, a pesar de estar en uno de los sitios más bonitos que había visto.
Al cabo de un rato, vimos una especie de isla en aquel enorme lago.

   - ¡Vamos allí! - Dije totalmente emocionada.
Remaba Dani, la verdad es que avanzábamos rápido, pero a pesar de todo la "isla" estaba más lejos de lo que parecía. Cuando por fin llegamos, decidimos bajar un rato. Los dos estabamos agotados; sin embargo, un pequeño problema con unos juncos nos hizo acabar tumbados al sol tratando de secarnos lo antes posible.

   - Bueno, ahora ya puedes decir que te has bañado en la Albufera. - Dijo Dani girandose hacia mi.
   - Si, pero que conste que no ha sido voluntario, ¡Has hecho que volcáramos!
   - Pero tendrás morro... Ha sido por tu culpa que no sabes cual es tu derecha.
   - Ya claro, decirme que ponga en un lado no es especificar demasiado...
   - No habia tiempo de aclaraciones, ¡Estábamos en una situación de vida o muerte!
   - Pues al final hemos muerto los dos...
   - Bueno, pues en ese caso, la muerte no está tan mal. Tengo a una chica preciosa completamente empapada tumbada a mi lado, ¿Qué más puedo pedir?
No se me ocurrió una respuesta a eso, asi que me limite a sonreir. Dani sonrio tambien, mientras acercaba su boca a la mia, y entonces sucedió lo que llevaba esperando tanto tiempo, nos besamos.
Creo que aquella fue la tarde más maravillosa de mi vida. No se cuanto tiempo pasamos juntos en aquella "isla", pero cuando quisimos darnos cuenta, empezaba a oscurecer. Tardamos un buen rato en encontrar la barca en la oscuridad, y más aún en volver, pero al final, a eso de las 11, conseguimos llegar al embarcadero. Dani tuvo que pagar más por el retraso, pero eso era un mal menor, comparado con la tarde que habíamos pasado.

   - Bueno, ¿Que hacemos ahora? - Preguntó Dani con una sonrisa.
   - ¿Cómo que qué hacemos? Pues volver al internado, que mañana hay clase...
   - Son las 11 y está oscuro, no puedo conducir en estas condiciones.
   - Venga, Dani, no hagas el tonto, vamos.
   - Te lo digo en serio, no se ve nada y tengo los faros rotos.
   - Joder, ¿Y que piensas hacer?
   - Pues ya que estamos aquí podríamos divertirnos un poco...
   - ¿A qué te refieres?
   - Bueno, hay un club aquí cerca que está bastante bien...
   - No, no, no. Te prometí que iria a la fiesta de halloween, nada más.
   - Venga, Paula, por favor, ya verás como al final te lo pasas bien...
   - Uff... ¿Acaso tengo elección?
   - ¡Eres la mejor, te quiero!

Me desperté en la habitación de un hotel por la luz que entraba por la ventana. Llevaba puesta la ropa de ayer, me dolía la cabeza, y no me acordaba de absolutamente nada de la noche anterior.

   - Buenos días, princesa, ¿Cómo estas? - Dani estaba tumbado a mi lado en una cama de matrimonio, ¿Que habia pasado? Estaba empezando a asustarme de verdad.
   - Mal. Me duele la cabeza y no me acuerdo de nada... ¿Que pasó anoche?
   - ¿No te acuerdas de nada?
   - Lo último que recuerdo es pedir otra copa después de que no me dejasen entrar por ser menor de edad.
   - Pues nos lo pasamos realmente bien. - Dijo Dani sonriendo.
   - Dani, en serio, ¿Qué pasó?
   - Que bebiste demasiado, nada más.
   - No... ¿No hicimos nada?
   - Nada que tú no quisieras hacer. - Dijo sin dejar de sonreir. Me levanté de la cama, estaba empezando a cansarme del jueguecito.
   - Dani, hablo en serio, necesito saberlo.
   - ¿Que más da? Nos lo pasamos bien y punto.
   - ¡Dani, joder! ¿Lo hicimos o no?
   - No. - Parecía cabreado, tal vez me había pasado.
   - Lo siento, ¿Vale? Pero es importante para mí.
   - No es para tanto, no te voy a pasar el sida ni nada...
   - No es eso, es que yo... bueno...
   - No lo has hecho nunca ¿No?
   - No.
Se se sentó en la cama y sonrió
   - Lo siento, no lo sabía.
   - No importa. ¿Qué hora es?
   - Las 12, ¿Por qué?
   - ¡Mierda! Tengo un examen de historia en media hora, tengo que llegar.
   - ¿En media hora? Es imposible.
   - Dani, por favor, si no me presento me suspenderán la evaluación y perderé la beca...
   - Uff... Está bien, vamonos ya.

12:26, entré corriendo por la puerta principal del internado. Recorrí los pasillos a toda prisa, en un intento de llegar a tiempo, sin embargo, cuando llegué, la puerta ya estaba cerrada. Tarde. 2 minutos tarde. Llamé a la puerta, aunque sabía que probablemente no me dejarían pasar.

   - Hola... ¿Puedo pasar?
   - Llega tarde, son las normas.
Di media vuelta resignada. El profesor suspiró.
   - Tiene hasta el final de la clase para hacer el examen.
  
Estuve tentada de abrazarle, pero simplemente le sonrei, entré en clase y me puse a hacer el examen.
Acabé casi de las últimas, entregué el examen y salí de clase. En cuanto puse un pie en el pasillo, alguien me agarró de la cintura y me plantó un beso que hizo que más de una chica se muriese de envidia.

   - ¿Qué tal tu examen?
   - Genial. Seguro que saco un 10. - Dije antes de besarle de nuevo.
   - Pues más te vale porque casi tenemos un accidente esta mañana.
   - ¿Con lo buen conductor que eres? Imposible...
   - ¡Paula! - Cristina se acercaba corriendo por el pasillo.
   - Cris, hola.
   - Hola Dani. Gabriel quiere verte, algo de la fiesta de halloween.
   - Vale. Adiós, Paula. - Y tras darme un último beso, se fue.
   - Ui, ¿Y eso? Ya sé por qué no dormiste anoche en la habitación... ¿Como fue?
   - Para, para, que no hemos hecho nada todavía...
   - Ya, bueno, pero tratándose de Dani no tardareis. - Preferí no contestar a eso. - ¿Donde estuviste ayer? No te vi en todo el dia...
   - Estuve con Dani en la Albufera, se nos hizo tarde, me llevó a una especie de club, bebí demasiado y pasamos la noche en un hotel.
   - ¿Paula borracha? Eso quiero verlo... ¿Y estás segura de que no pasó nada? Yo me aseguraría.
   - Él me ha dicho que no, y no me ralles que ya me duele bastante la cabeza...
   - Pues tómate un Ibuprofeno y come algo.
   - Vale. Me voy a la habitación que estoy agotada.
   - ¿No vas a clase?
   - No, tu di que me encuentro mal.
   - Vale, descansa. Por cierto, quiero los detalles.
   - Los tendrás.
Y diciendo esto me fui a buscar un Ibuprofeno al armario de la habitación.

Ya no quedaba nada para la fiesta de halloween, la verdad es que ya no me preocupaba tanto. Llevaba casi 3 semanas con Dani, y entre él y Cristina me habían convencido para ir a un para de fiestas, aunque no había vuelto a pasarme con el alcohol.
Llegó el día de la fiesta, Cristina y yo íbamos vestidas de brujas. Llevábamos unos vestidos negros ajustados y algo cortos. Tenían unos lazos naranjas que iban desde el pecho hasta la cintura, donde el vestido acababa con una especie de falda en forma de tutú. Unos calcetines altos a rayas negras y naranjas, unos tacones y un gorro de bruja completaban el disfraz.
Salimos del internado en dirección a casa de Gabriel. Sus padres se habían ido, y teníamos el último piso y la azotea para nosotros.
Cuando llegamos, la fiesta había empezado. La azotea estaba llena de brujas, vampiros, zombies, momias y algunos disfraces poco identificables. En una esquina, alguien había colocado una especie de barra tras la que se escondían montones de botellas de alcohol y, probablemente, gran cantidad de pastillas de colores y polvos blancos. La mayor parte de los invitados ya estaban bailando y con un cubata en la mano; sin embargo, yo había preferido no beber demasiado, la experiencia que tenía no era buena precisamente.
Lamentablemente, mi proposito de no beber, no fue demasiado exitoso, a las dos horas, bailaba como loca con una falsa felicidad producida por tres o cuatro cubatas de más.
La fiesta estaba en su mejor momento, la gente se estaba divirtiendo mucho, la mayoría con unas copas de más y el resto gracias a alguna pastilla blanca que le habían comprado al dueño de la casa. De repente, distinguí a Cristina corriendo hacía mí loca de alegría, seguida de Dani, al parecer habían conseguido lo que querían.

   - ¡Paula! Mira lo que me han dado.
   - ¿Qué son? - Dije yo refiriendome a las 2 pastillas verdes que tenía mi amiga en la mano.
   - ¿Que mas da? Toma, trágatela.

Cristina desapareció con Dani, dejándome una de sus pastillas en la mano. Me lo estaba pasando de miedo, todo parecía un sueño, un sueño del que no quería despertarme, decían que las drogas eran malas, pero no importaba, esa noche no. Me tragué la pastilla sin saber muy bien lo que hacía. Sabía mal, era amarga, pero al cabo de un rato empezó a saberme mejor. De repente el corazón empezó a latirme muy rápido y sentí que la cabeza me fuera e explotar, hacía calor, mucho calor; sin embargo, sentía unas ganas irrefrenables de moverme, de hacer algo, de subirme al escenario y bailar como loca y luego bajar, tomar otra pastilla y volver a subir. Y seguir tomanto pastillas verdes para que la fiesta no acabase nunca, pero ¿Y si se acababan? Empecé a agobiarme mucho, sin ninguna razón, pero lo más raro era que seguía feliz, no podía evitarlo, esa euforia no salía de mi cabeza. De pronto volví a sentirme tranquila otra vez, pero seguía queriendo hacer algo, no podía estarme quieta, así que busqué a Cristina.

   - ¡Cristina!
   - ¡Paula!
Corrimos a abrazarnos, como si hiciera años que no nos veíamos.
   - ¡Vamos a bailar!
   - ¿En el escenario?
   - ¡Sí!
   - ¡Venga, corre!
Subimos corriendo al escenario y nos pusimos a bailar, nada más llevábamos 10 minutos ahí arriba, pero de repente Dani apareció entre toda esa gente y cogiéndome de la muñeca me obligó a bajarme.

   - ¿Dónde estabas? Llevo media hora búscandote.
   - ¿Pero que dices? Si te vi con Cristina hace 10 minutos. Hemos estado bailando en el escenario, no veas que divertido, deberías probarlo, la gente nos miraba desde abajo, se reían y bailaban con nosotras, había uno que...
   - Paula, eso fue hace una hora. Deberíamos ir abajo a divertirnos un poco, ¿Te parece?
   - No. No quiero.
   - Venga, Paula...
   - ¡He dicho que no! Dejame en paz.
Después de eso, Dani me dejó marchar. No me sentía mal por lo que acababa de decirle, de hecho, me sentía más feliz que nunca, era una sensación maravillosa.
Estuve un rato dando vueltas por ahí, bailando y hablando con cualquiera que se me pusiera delante, entonces vi a Dani, estaba con otra chica, me acerqué a ellos.

   - Deja en paz a mi novio, puta.
   - ¿Qué has dicho, niñata?
   - He dicho que te vayas. - Se acercó aun más a mí, nos habríamos pegado de no ser por Dani.
   - ¡Eh! Ya vale. - Dijo metiendose en medio. - Natalia, dejanos solos. - La chica morena se fue por donde habia venido.
   - Veo, que has cambiado de opinión. ¿Vamos abajo?
   - Sí.
Y cogiéndome de la mano me condujo hasta las habitaciones. Entramos en el cuarto de los padres y Dani cerró la puerta. Se acercó para besarme, pero me aparté, no me encontarba bien. Tenía la boca seca y empezaba a marearme. Lo veía todo borroso y distorsionado, no oia mi propia voz, las piernas me fallaron, perdí el conocimiento.

Desperté en hospital a medianoche. Me incorporé y miré a mi alrededor. Era una habitación individual, bastante pequeña, las paredes blancas, al igual que el suelo, no había gran cosa, solo un sillón al lado de la puerta. Había alguien durmiendo en él, pero no sabía quien era, no se veía nada. De repente caí en la cuenta de que no sabía por qué estaba allí, no me acordaba de nada... Entonces fue como si una piedra enorme me aplastara, me derrumbé, entré en una especie de depresión repentina de la que no sabía como salir, lo peor era no saber el motivo por el que me sentía tan mal, simplemente no podía evitarlo, me puse a llorar, pero daba igual cuántas lagrimas derramara, no servía de nada, esa sensación no se iba.
La persona del sillón se despertó. Era una chica. Cristina.

   - ¡Paula! ¿Que te pasa? ¿Te duele algo? ¡Paula! - Gritó al ver que no paraba de llorar.
   - No... No lo se... Estoy...
   - No pasa nada, lo entiendo, es normal, se te pasará, ¿Vale? ¿Te encuentras bien?
   - Sí... - Era verdad, al menos físicamente.

Pasé una semana más en el hospital, pero ese estado de depresión desapareció a los dos días. Tanto Dani como Cristina venían a verme a menudo, también vinieron algunas chicas de mi clase y un par de chicos a los que no conocía demasiado.
Cuando me dieron el alta, volví inmediatamente a las clases, tenía muchas cosas que recuperar y quedaba poco tiempo para el final de la evaluación.
Pasé dos semanas terribles, estaba muy agobiada por el tema de la beca, además, aunque seguía estando con Dani, cada vez nos veíamos menos y Cristina daba la impresión de que me evitaba.

Era el último día de curso. Las notas. Por fin sabría si había valido la pena estar dos semanas sin salir de la habitación, no podía suspender ninguna. Llegó el director y colgó las notas en el panel. Todo el mundo corrió hacia él; sin embargo, yo decidí esperar un poco a que la gente se dispersara. Estaba mirando el montón de gente que se apretujaba en aquel espacio tan reducido, cuando, algo hizo que me fallaran las piernas. Cristina, mi mejor amiga, salía del baño acompañada de Dani, se dirigieron juntos a los paneles, cogidos de la mano, y al ver las notas, Cristina le plantó a Dani un beso al que él respondió con una sonrisa, que se le borró de la cara cuando me vio allí, tirada en las escaleras con los ojos llenos de lágrimas. Ni siquiera dio un paso en mi dirección cuando salí corriendo del vestíbulo. Un par de horas después una chica morena a la que no conocía demasiado me dio la noticia. Había suspendido dos, me volvía a Zaragoza.
Hace un par de meses que llegué a Zaragoza, la verdad es que todo ha ido mejor desde entonces. Estudio en el mismo colegio de siempre, con los mismos amigos de siempre, la misma vida de siempre. He aprendido que es mejor así, todo previsto, todo calculado.
Vuelvo a casa del colegio, y como siempre, lo primero que hago es mirar es correo. Hay tres sobres de color blanco, dos son para mi madre, cosas del trabajo, supongo; el otro es para mí, está sin firmar, la curiosidad puede conmigo, lo abro, está escrito a ordenador, empizo a leer:
"Paula, sé que esta carta no arregla nada, sé que es completamente imposible que me perdones por lo que pasó, sinceramente, yo tampoco me perdonaría. He dejado el internado, ahora estudio en un instituto en el centro de Valencia, las cosas me van mejor aquí. Te mando algunas de las cosas que te dejaste, me gustaría dártelas en persona, pero no creo que eso vaya a ser posible tal y como estan las cosas. Iré a Zaragoza el mes que viene, a pasar la Semana Santa, si no quieres verme, lo entenderé, de todas maneras espero que por lo menos me des la oportunidad de disculparme en persona algún día. Hasta entonces,
                                                                                                                  Te Quiere, tu mejor amiga.

Doblé la carta con cuidado y la metí de nuevo en el sobre con una sonrisa. La echaba de menos, por supuesto, y sí, seguía siendo mi mejor amiga, solo que ahora, esas palabras, eran solo eso, palabras. Había aprendido a ser desconfiada, había aprendido que si no esperas nada de nadie, nadie te decepciona. Aprendí que no es bueno construir tu vida sobre una sola persona, porque si te falla, te hundes, y no habrá nadie que te ayude a levantarte. Por eso, la palabra amigo, ya no significa nada para mí, porque en algún momento, ese amigo se irá, y es que la gente va y viene, nadie estará contigo para siempre.

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